Chapter 1 - La huida
Submitted April 12, 2006 Updated April 12, 2006 Status Incomplete | this is my first fic and I am very sorry because I wrote it in Spanish. However I'm working hard to translate it into English some day. At least the translation of the title would be "Nights of Bleeding Moon" To those who can read it, I hope you lik
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Miscellaneous |
Chapter 1 - La huida
Chapter 1 - La huida
Noches de Luna Sangrante
Señor excelso, de las inmensidades
de la luz y el caos, del tiempo y de la vida.
Señor supremo de lo eterno y lo infinito,
salva a esta pobre y dulce niña.
Por favor no la lleves aún a tu lado.
-Lleva usted casi todo el dÃa rezando, madre. Será mejor que descanse. Blanca no ha abierto aún los ojos desde que salimos. Hágame caso y descanse un poco.
-Esto es una maldición, VÃctor. Es una maldición...
La anciana continuó sosteniendo la mano de la pálida joven que yacÃa inmóvil a su lado. RepetÃa una y otra vez, los mismos rezos, monótonamente, incansablemente, incesantemente...
VÃctor permaneció en silencio, escrutando el paisaje gris y estéril que parecÃa trotar también junto con el carruaje. SÃ, trotar... el paisaje trotaba con ellos... en realidad los perseguÃa, como una sombra, grande, pesada y gris que todo lo envuelve.
VÃctor se frotó la cara y los ojos apesadumbrado. Apenas habÃa dormido en toda la noche. El paisaje trotando... Estaba muy cansado y eso le hacÃa imaginar tonterÃas.
HabÃan huÃdo esa misma noche. Rápidamente y casi sin pensar se habÃan metido en el carruaje y habÃan galopado sin rumbo hacia tierras extrañas. No hubo tiempo de pensar. Decidieron marcharse de repente esa misma noche. HuÃan de eso a lo que la anciana madre de VÃctor y otras gentes de la zona habÃan llamado maldición. Una enfermedad epidémica, terrible y mortal que, aunque mostraba sÃntomas diferentes según la persona afectada, todo el mundo reconocÃa como el mismo mal. Era ese mismo mal el que afectaba a la joven Blanca. Se habÃa desmayado una noche y desde entonces no habÃa vuelto a abrir los ojos. A los pocos dÃas, Mercedes sufrió una crisis de ansiedad y rogó y suplicó a su hijo con desesperación, que abandonaran la ciudad esa misma noche, que no le importaba dónde ir, que querÃa irse, porque algo, no sabÃa el qué, ni por qué, los andaba persiguiendo...
Por supuesto VÃctor no creÃa en absoluto en esas supersticiones, pero entonces... ¿Por qué habÃa accedido a ese capricho de su madre? ¿Por qué no estaba ahora en su casa con su madre y su hermana en lugar de estar galopando sin rumbo ni razón? ¿Por qué...?
Pero no hacÃa falta preguntar. HacÃa tan sólo unos momentos que él también lo habÃa sentido. Notaba que algo los habÃa estado siguiendo de cerca, no sabÃa el qué, una sombra, o el mismo paisaje... en verdad estaba tan cansado...
No dormirÃa. Ni él ni su madre dormirÃan. El carruaje seguÃa con su traqueteo inquieto y el paisaje era eterno e inerte.
-¡Señor, hay alguien en el camino! ¿Quiere que pare para que usted pueda hablar con él?
-SÃ, Sebastián, gracias.
¿Quién podrÃa andar en estas llanuras tan lúgubres... ? ¿Y qué más daba eso... ? Era una persona y llevaban horas sin ver ninguna señal de vida, aunque fuera un mÃsero árbol marchito.
-Buen dÃa, señor. ¿PodrÃa indicarme si hay alguna ciudad o pueblo cercano, por favor?
−SÃ, a unas horas más de galope, se encuentra Villamiasma, el pueblo a dónde me dirijo. ¿SerÃa usted tan amable de llevarme en su carruaje?
-Claro, señor, faltarÃa más -respondió VÃctor con una sonrisa nerviosa-. Hay sitio de sobra para otro ocupante.
El hombre subió al carruaje ayudado de VÃctor. Mercedes ni siquiera se atrevió a mirarlo. Continuó rezando en voz tan baja, que a duras penas se oÃan las palabras de sus oraciones. El nuevo ocupante se sentó al lado de VÃctor. Era un hombre mayor, con la cara arrugada y gris. VestÃa ropajes oscuros y desgastados. Era calvo y sin barba. Sus ojos eran negros, muy abiertos y con una expresión vacÃa. Permaneció en silencio durante un buen rato observando a ratos a los demás ocupantes y en especial a Blanca.
-¿Tiene la maldición, verdad?
El aire empezaba a resultar espeso dentro del carruaje, se hacÃa dificil incluso respirar, como si se estuviera formando una niebla, justo en el interior del vehÃculo. Ninguno contestó. Entonces el extraño continuó:
-Mátenla
-¿Cómo dice? -preguntó VÃctor quien no daba crédito a lo que estaba escuchando.
-Que la manten. Será lo mejor para todos.
-Ya he oÃdo suficiente. ¡Lárguese de mi carruaje! ¡Ahora!
-¡Pero...!
El viejo no tuvo tiempo de decir nada más. VÃctor lo empujó con rudeza fuera del vehÃculo en marcha. VÃctor quiso asomarse para ver al viejo insolente morder el polvo grisáceo del paisaje. Pero el viejo ya no estaba allÃ, sólo quedaba una sombra que cada vez era más grande y se diluÃa con todo, formaba parte de la niebla espesa. Se habÃa disuelto con el paisaje... y ahora también los seguÃa.
Un relámpago como la garra de un lobo rasgó la espesura del cielo. Mercedes rompió a llorar con amargura y las nubes, cómo si quisieran llorar con ella, se deshicieron en una lluvia fuerte y oscura.
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