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Chapter 1 - La huida

this is my first fic and I am very sorry because I wrote it in Spanish. However I'm working hard to translate it into English some day. At least the translation of the title would be "Nights of Bleeding Moon" To those who can read it, I hope you lik

Chapter 1 - La huida

Chapter 1 - La huida


Noches de Luna Sangrante
















Señor excelso, de las inmensidades

de la luz y el caos, del tiempo y de la vida.

Señor supremo de lo eterno y lo infinito,

salva a esta pobre y dulce niña.

Por favor no la lleves aún a tu lado.




-Lleva usted casi todo el día rezando, madre. Será mejor que descanse. Blanca no ha abierto aún los ojos desde que salimos. Hágame caso y descanse un poco.

-Esto es una maldición, Víctor. Es una maldición...

La anciana continuó sosteniendo la mano de la pálida joven que yacía inmóvil a su lado. Repetía una y otra vez, los mismos rezos, monótonamente, incansablemente, incesantemente...

Víctor permaneció en silencio, escrutando el paisaje gris y estéril que parecía trotar también junto con el carruaje. Sí, trotar... el paisaje trotaba con ellos... en realidad los perseguía, como una sombra, grande, pesada y gris que todo lo envuelve.

Víctor se frotó la cara y los ojos apesadumbrado. Apenas había dormido en toda la noche. El paisaje trotando... Estaba muy cansado y eso le hacía imaginar tonterías.



Habían huído esa misma noche. Rápidamente y casi sin pensar se habían metido en el carruaje y habían galopado sin rumbo hacia tierras extrañas. No hubo tiempo de pensar. Decidieron marcharse de repente esa misma noche. Huían de eso a lo que la anciana madre de Víctor y otras gentes de la zona habían llamado maldición. Una enfermedad epidémica, terrible y mortal que, aunque mostraba síntomas diferentes según la persona afectada, todo el mundo reconocía como el mismo mal. Era ese mismo mal el que afectaba a la joven Blanca. Se había desmayado una noche y desde entonces no había vuelto a abrir los ojos. A los pocos días, Mercedes sufrió una crisis de ansiedad y rogó y suplicó a su hijo con desesperación, que abandonaran la ciudad esa misma noche, que no le importaba dónde ir, que quería irse, porque algo, no sabía el qué, ni por qué, los andaba persiguiendo...

Por supuesto Víctor no creía en absoluto en esas supersticiones, pero entonces... ¿Por qué había accedido a ese capricho de su madre? ¿Por qué no estaba ahora en su casa con su madre y su hermana en lugar de estar galopando sin rumbo ni razón? ¿Por qué...?

Pero no hacía falta preguntar. Hacía tan sólo unos momentos que él también lo había sentido. Notaba que algo los había estado siguiendo de cerca, no sabía el qué, una sombra, o el mismo paisaje... en verdad estaba tan cansado...

No dormiría. Ni él ni su madre dormirían. El carruaje seguía con su traqueteo inquieto y el paisaje era eterno e inerte.



-¡Señor, hay alguien en el camino! ¿Quiere que pare para que usted pueda hablar con él?

-Sí, Sebastián, gracias.

¿Quién podría andar en estas llanuras tan lúgubres... ? ¿Y qué más daba eso... ? Era una persona y llevaban horas sin ver ninguna señal de vida, aunque fuera un mísero árbol marchito.

-Buen día, señor. ¿Podría indicarme si hay alguna ciudad o pueblo cercano, por favor?

−Sí, a unas horas más de galope, se encuentra Villamiasma, el pueblo a dónde me dirijo. ¿Sería usted tan amable de llevarme en su carruaje?

-Claro, señor, faltaría más -respondió Víctor con una sonrisa nerviosa-. Hay sitio de sobra para otro ocupante.

El hombre subió al carruaje ayudado de Víctor. Mercedes ni siquiera se atrevió a mirarlo. Continuó rezando en voz tan baja, que a duras penas se oían las palabras de sus oraciones. El nuevo ocupante se sentó al lado de Víctor. Era un hombre mayor, con la cara arrugada y gris. Vestía ropajes oscuros y desgastados. Era calvo y sin barba. Sus ojos eran negros, muy abiertos y con una expresión vacía. Permaneció en silencio durante un buen rato observando a ratos a los demás ocupantes y en especial a Blanca.

-¿Tiene la maldición, verdad?

El aire empezaba a resultar espeso dentro del carruaje, se hacía dificil incluso respirar, como si se estuviera formando una niebla, justo en el interior del vehículo. Ninguno contestó. Entonces el extraño continuó:

-Mátenla

-¿Cómo dice? -preguntó Víctor quien no daba crédito a lo que estaba escuchando.

-Que la manten. Será lo mejor para todos.

-Ya he oído suficiente. ¡Lárguese de mi carruaje! ¡Ahora!

-¡Pero...!

El viejo no tuvo tiempo de decir nada más. Víctor lo empujó con rudeza fuera del vehículo en marcha. Víctor quiso asomarse para ver al viejo insolente morder el polvo grisáceo del paisaje. Pero el viejo ya no estaba allí, sólo quedaba una sombra que cada vez era más grande y se diluía con todo, formaba parte de la niebla espesa. Se había disuelto con el paisaje... y ahora también los seguía.

Un relámpago como la garra de un lobo rasgó la espesura del cielo. Mercedes rompió a llorar con amargura y las nubes, cómo si quisieran llorar con ella, se deshicieron en una lluvia fuerte y oscura.

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